DE TORINO A LA GUAJIRA

Al navegante florentino Amerigo Vespucci no solo se le conoce por haber sido fuente de inspiración para darle nombre a nuestro continente, sino que en el caso de Venezuela ha incidido también en el nombre de nuestro país. Y es que de pequeños nos han enseñado como los palafitos de la laguna de Sinamaica en la Guajira Venezolana suscitaron el recuerdo de la ciudad de Venezia en el navegante y aventurero italiano, y así de pequeña Venezia se convirtió en Venezuela. Desde ese primer viaje de un personaje italiano a nuestras tierras han sido muchos los connacionales que han venido y se han quedado para dar su aporte en la construcción de este maravilloso país.


En la misma Guajira Venezolana ha llegado también la presencia de un italiano que desde Torino ha dado nombre a pueblos y calles en todo el mundo, y además ha cambiado la vida de muchísima gente: San Juan Bosco. Desde el año 1.976 en el caserío de El Molinete, a 70 Km de la ciudad de Maracaibo y 15 Km de la frontera con Colombia, los Salesianos hijos de Don Bosco se han constituido en una verdadera presencia que genera un bien no sólo para los miles de jóvenes que han educado en estos años y siguen educando, sino para todo el territorio.
 
El punto de llegada
La población de la Guajira es principalmente de origen indígena (Wayúu y Añú) y vive en asentamientos familiares (clanes) expuesta a diversos factores que han afectado su supervivencia:
·       Sociales: por la rivalidad entre etnias y estar en una zona de frontera afectada por el contrabando, el desplazamiento y la presencia de la guerrilla colombiana.
·       Ambientales: ocasionado por el cambio climático que ha impactado en los últimos 10 años y se traduce en períodos de una fuerte sequía o de fuertes lluvias e inundaciones. Entre  los hechos significativos que han afectado uno de los ecosistemas importantes de la zona (lagunas de frontera) está el tráfico ilícito de gasolina hacia Colombia, el cual ha contaminado las aguas y afectado a las especies de peces que ancestralmente constituían una fuente importante de alimentación de las etnias presentes en la zona, como por ejemplo la Añú.
·       Económicos: por la falta de actualización tecnológica y una cultura agrícola y pecuaria afectada por los dos factores anteriores. La actividad económica tradicional de la zona es definida especialmente por la agricultura, la ganadería (bovina, caprina, ovina y porcina) y la pesca, la cual se desarrolla de manera artesanal en pequeños núcleos productivos para la subsistencia de los “clanes” familiares o por la presencia de productores con grandes extensiones de tierras.

La subsistencia de la población se encuentra en una situación crítica debido principalmente al impacto de los factores sociales y ambientales citados anteriormente en las actividades productivas tradicionales: agricultura, ganadería y pesca; la ausencia de innovación en los mecanismos de producción; una distorsión en la cadena de comercialización debida a la especulación de los intermediarios y la presencia de mecanismos de ingreso a la población que desfavorecen una cultura del trabajo y la producción, como lo es el contrabando por la frontera hacia Colombia.

Educando al trabajo
En este contexto se ubica el Centro de Aprendizaje Agrícola Don Bosco, que responde a las necesidades educativas de las comunidades de los municipios Guajira, Mara y Padilla de la Guajira venezolana y otras regiones indígenas del país formando Técnicos Medios en la mención Ciencias Agrícolas (avalado por el Ministerio de Educación), mediante un programa de estudios apropiado que permite la calidad académica, la profesionalización de los egresados y su capacitación para convivir democráticamente y contribuir con la transformación de la realidad social de sus comunidades y familias. La filosofía es aprender trabajando y produciendo, conjugando las exigencias académicas con el desempeño de doce áreas productivas (bovino-ordeño, porcinos, avicultura-ponedoras, caprino y ovino, piscicultura, apicultura, vivero, jardinería, siembra extensiva a corto plazo, fruticultura, horticultura producción de pasto).
El mantenimiento del Centro de Aprendizaje Agrícola Don Bosco se realiza de cuatro formas distintas. En primer lugar con el convenio entre el Estado venezolano y la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC), que cubre el costo de los docentes. Esta ayuda ha tenido períodos de crisis por los retrasos del pago por parte del Estado, al igual que ajustes por la alta inflación que registra el país en la última década. Luego, reciben ayuda a través del Programa  de Alimentación Escolar (PAE), financiado por el Estado venezolano, con el cual se cubre la alimentación de los estudiantes de manera irregular y no al 100%, lo cual constituye un factor crítico para la alimentación y consecuente desarrollo educativo de los estudiantes. Además existen benefactores particulares, que realizan aportes de manera esporádica y que han sido igualmente afectados por la situación país. Y finalmente, existen un conjunto de actividades productivas desarrolladas en el propio Centro, que a la par de los ya mencionados, han sido afectado por los cambios climáticos. Las principales actividades que contribuyen al consumo interno y a la sostenibilidad (que permiten la compra de productos que no se producen en el Centro) son: la producción de leche y queso, venta de pie de cría porcina, producción de frutas, vegetales y plantas ornamentales.

Los jóvenes que estudian en el Centro son un poco más de 300 y oscilan entre los 12 y 20 años de edad, en su mayoría indígenas de las etnias: Wayúu, Añú, Barí, Yukpa, un grupo de Piaroas y Yekuana provenientes de otras misiones de los salesianos y otro pequeño grupo proveniente de los barrios pobres de la periferia de la ciudad de Maracaibo. Por este motivo el Centro se maneja con un esquema de semi-internado para algunos de los jóvenes.

Convertir a estos muchachos en “buenos cristianos y honrados ciudadanos” – tal y como lo transmite una de las bases de la propuesta de Don Bosco- no es una tarea fácil, pero sí fascinante cuando se comienza a conocer y compartir con los sacerdotes que dedican su vida entera a esta estupenda obra educativa y de alto impacto social.

Un nuevo inicio
La fe y tenacidad de todos los miembros del Centro Don Bosco fue puesta a prueba en diciembre del 2010, cuando producto de las fuertes lluvias que sacudieron a todo el país, se produjo la ruptura de la represa de Manuelote, inundando gran parte del territorio. Las imágenes son elocuentes cuando muestran una inundación total del centro e inmensurables pérdidas en siembras, ganado e infraestructura educativa.
Uno de los proyectos de mayor innovación que se había realizado en el área de piscicultura, con técnicas avanzadas que permitían la reproducción de alevines que a su vez servirían de sustento a etnias locales fue totalmente destruido por las aguas. Al igual que talleres e inversiones que se habían realizado por años, fueron totalmente afectados por la inundación.
No obstante, esta fue la gran ocasión para un nuevo inicio y entre docentes, alumnos y toda la comunidad, comenzó un trabajo de reconstrucción que ayudó a tomar conciencia del valor de la existencia misma del Centro, como un bien a preservar por toda la comunidad.
Fue difícil la recuperación de aquella catástrofe, pero en menos de un año, gracias al esfuerzo de quienes participan de esta obra, desde los jardines, los salones de clase, dormitorios y hasta los potreros, era posible ver el nuevo rostro de la institución.

Una Presencia que genera Sostenibilidad
Es importante notar que el Centro de Aprendizaje Agrícola Don Bosco, constituye un centro de agregación comunitaria y étnico con un valor único en la zona, manteniendo una excelente relación con todos los actores de la región: las comunidades y poblados vecinos, las asociaciones comunitarias de base (consejos comunales), al igual que con las asociaciones gremiales de productores de la zona, el estado local, regional y nacional; lo que favorece el desarrollo de propuestas de alto impacto a nivel de:
·       Favorecer una cultura innovadora en la producción agrícola y pecuaria a través de los jóvenes que estudian en sus instalaciones por 6 años, sus familias y las comunidades que lo frecuentan.
·       Articular programas comunitarios de impacto ambiental.
·       Favorecer un espacio de integración, desarrollo comunitario y diálogo a favor de la paz entre diversas etnias y culturas en una zona fronteriza de conflicto.

En ese sentido, y aún con muchas carencias, el Centro apunta a un modelo ambiental, social y económicamente sostenible, para ello se han comenzado a desarrollar actividades educativas-productivas en las áreas de ganado y siembra de frutales y hortalizas. A través de éstas se introduce al joven en el mundo del trabajo con tareas similares con las que se encontrarán al insertarse en el mundo del trabajo.

Es difícil pensar que entre los planes de Vespucci estuviera el generar un tipo de propuesta de vida de este tipo al realizar sus viajes y aventuras por ese “nuevo mundo”, pero en todo caso supuso una primera comparación entre nuestros pueblos ítalo-venezolanos. En el caso de Don Bosco, es más evidente que una experiencia de este tipo muestra el valor universal de una propuesta educativa que tiene que ver con toda la vida, aún en el territorio más complejo y lleno de variables que socialmente lo harían “inviable”.

Obras así nos ayudan a tomar un nuevo respiro, y a ver que aún en la situación más compleja es posible educar e innovar partiendo de una identidad clara, que en el caso de Don Bosco y todos sus hijos es la fe católica, generando una presencia capaz de aportar al bien común de un territorio y también de todo un país.

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