TRADICIÓN Y TRABAJO
Existe sin duda una cultura del
trabajo en Occidente que no ha llegado únicamente como reivindicaciones de la
clase trabajadora, producto del impacto de la revolución industrial notoria
desde hace un par de siglos. No han estado ni Karl Marx o Adam Smith en el
origen de esta tradición, sino que viene de mucho antes. Luego de la caída del imperio romano,
las invasiones bárbaras devastaron Europa e instauraron la ley de la violencia
y la guerra como único método de relación entre los pueblos. No fue suficiente
el legado del imperio para superar esta situación que duro varios siglos.
Monasterio de Montecassino, Italia
Fue en el año 500 DC a partir de la
experiencia de San Benito Abad (patrono de Europa) que recuperó el verdadero
valor del trabajo humano, el cual se vio reflejado en sus obras. Desde la
experiencia del Monasterio de Montecassino al sur de Roma, desde el 500 hasta
el 1300 DC (800 años !!!) la difusión de la experiencia monacal permitió
recuperar toda la civilización occidental y darle al trabajo una dignidad no
conocida hasta el momento. Fueron los monjes benedictinos quienes conservaron y
tradujeron al latín todas las obras clásicas del greco-romano. Un trabajo que
partía de la realidad como un dato y buscaba el bien para todos los hombres,
generando una capacidad de innovación notable que revolucionó la economía de la
edad media y cimentó las bases de Occidente. El resumen de algunos de estos
cambios son por ejemplo: el establecimiento de la mayor red comercial gracias
al tratamiento de los alimentos y entonces su facilidad de transporte; la
realización de ferias comerciales; el concepto de red de innovación, ya que cada
descubrimiento se transmitía y perfeccionaba de un monasterio a otro; la
creación del arado con ruedas y la rotación de cultivos que aumento la
producción agrícola en un 40%; el desarrollo de nuevas técnicas y productos
como la cerveza, los quesos y el tratamiento del acero.
De allí el desarrollo de ciudades y el
nacimiento de las primeras universidades. Por lo tanto, no se parte de cero o
desde la poca memoria que tenemos. Es necesario reconocer la tradición como
punto de partida que frente a la realidad y las necesidades del hombre, se
introduce un aspecto no reducible a lo tangible que hace que el trabajo sea
expresión de algo más.
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