LA ESPERANZA NO SE PUEDE SECUESTRAR
Una mirada serena que llena de paz y una sonrisa que invita a la amistad
es lo primero que se reconoce en Germán García Velutini, importante banquero
venezolano que fue secuestrado en el 2009 por 11 meses. De manejar un banco de
prestigio pasó a ser tratado como una mercancía. Durante su secuestro la
presencia de Dios le hizo experimentar el valor de la fe, la esperanza y el
amor como los pilares que le dan sentido a su vida. Con lo que le toco vivir en
su proceso de liberación, la misericordia y el perdón han marcado el camino
para seguir viviendo y trabajando en Venezuela.
La crisis que está pasando Venezuela nos afecta a todos de una u otra manera, tanto a nivel económico con altos niveles de desabastecimiento, inflación y devaluación, como a nivel social con cerca de 25.000 muertes violentas en el año 2014. Además de esos factores comunes, algo que se difunde cada vez más entre la gente es la desesperanza que corre como un telón de fondo entre campañas comunicacionales politizadas, discursos retóricos y ruido de sirenas. En momentos como estos no hay nada tan contundente como el valor de la experiencia, poder escuchar a personas que transmiten certezas que dan razón del sentido de su vida y esperanza.
La crisis que está pasando Venezuela nos afecta a todos de una u otra manera, tanto a nivel económico con altos niveles de desabastecimiento, inflación y devaluación, como a nivel social con cerca de 25.000 muertes violentas en el año 2014. Además de esos factores comunes, algo que se difunde cada vez más entre la gente es la desesperanza que corre como un telón de fondo entre campañas comunicacionales politizadas, discursos retóricos y ruido de sirenas. En momentos como estos no hay nada tan contundente como el valor de la experiencia, poder escuchar a personas que transmiten certezas que dan razón del sentido de su vida y esperanza.
La primera impresión que se tiene al conocer a
Germán García-Velutini no es tanto la de estar frente a un hombre que ha hecho
carrera en una casa de bolsa -y en uno de los bancos más sólidos de Venezuela-,
sino el ser inundado por la paz de su mirada y una sonrisa llena de esperanza.
Pareciera algo contradictorio en una persona que luego de haber tenido una
bella familia con 3 hijos, le tocó vivir la muerte de su esposa en el año 2000
y luego la experiencia de un secuestro de 11 meses en el 2009. Sin embargo, en
Germán -al contrario de lo que se escucha en muchos venezolanos- no prevalece
la queja sino el agradecimiento a Dios por lo que le ha tocado vivir.
De banquero
a mercancía
“Durante once meses estuve aislado de mi familia y
amigos, no crucé palabra con ninguna persona, silencio total; no vi rostro
humano alguno, sólo en muy pocas oportunidades personas totalmente encapuchadas
entraron en la celda de aproximadamente dos metros por un metro donde me tenían
excluido. Un espacio totalmente cerrado, carente de luz natural, con
ventilador, un extractor de aire y un calor que por las tardes se hacía
sofocante; unas condiciones precarias de alimentación, aseo y vestimenta”… “Y
lo más fuerte y humillante era el sentirse «mercancía», en un entorno de violencia que no
conoce distinción de posiciones políticas o clases sociales”.
Así describió de manera sintética lo que fueron
esos 11 meses de su vida en silencio, donde sólo el cambio de color de un
bombillo permitía el reconocimiento entre la noche y el día, y sin mediar
palabra con nadie porque los secuestradores se comunicaban solo a través de
papelitos. “En un secuestro el tema de control se hace omnipresente: el secuestrado
pierde todo el control que tiene sobre su vida y sus acciones, la familia es
subyugada a los deseos y caprichos de los secuestradores, mientras estos
últimos se hartan de poder ir y venir con soltura”.
Con toda la incertidumbre sobre su futuro, las
condiciones extremas a las que se exponía y la angustia de la preocupación de
su familia, que a final de cuentas no sabía la situación en la que él se
encontraba, llega Dios a manifestarse de manera contundente en la vida de
Germán. Como compañera en este proceso de ascesis interior los secuestradores
le ofrecen para leer una Biblia. A partir de ese momento la palabra de Dios
será clave en todo el proceso para descubrir aspectos fundamentales del sentido
de su vida y de todo lo que está pasando.
“Una vez más doy gracias a Dios, quien a través de
los secuestradores me proporciona su Palabra, de fácil lectura y compresión. A
los secuestradores también doy las gracias. Nunca imagine, en ese momento, la
maravilla que iba a ser para mí pasar esos meses escuchando a nuestro señor”.
El sentido
de la vida
En una situación extrema como esta, pero también a
todos nosotros cuando las cosas no parecen ir en el modo que queremos, surge de
manera evidente la necesidad de descubrir el sentido de la vida. Le ha sucedido
a todos los que han vivido experiencias límites como lo comenta Víctor Frank:
“Nada en el mundo ayuda sobrevivir, aun en las peores condiciones, como la
conciencia de que la vida tiene un sentido”.
“¡Nuestro Padre sabe lo que necesitamos! Resulta
que la mayoría de las veces no es lo mismo que nosotros pensamos que
necesitamos. Creemos necesitar muchas cosas, pero pensando con detenimiento, en
esos lugares tranquilos con papá Dios y nuestra Madre Querida, entendemos que
eso que pensábamos fundamental en nuestras vidas no lo es. ¿Será entonces por
esa razón que no nos fue concebido lo que pedimos? ¿Qué necesito, de verdad?”
Y así en esta inmensa soledad surge el fruto de una
Gracia: “Me llena una certeza: mi vida solitaria, sin medir palabra con ser
humano alguno, tiene sentido. Que no debo preguntarme ¿Por qué a mí?, ¿Por qué
mi familia está sufriendo?, sino más bien las preguntas son: ¿para qué a mí?,
¿para qué mi familia está sufriendo? Descubro que el sentido del «para qué» en la
vida es «servir» a nuestro prójimo, y saber que nuestra oración llega a los
demás”.
Tanto llega a los demás que luego de un tiempo
comienza un dialogo “epistolar”, porque junto a la meditación de la palabra que
lee en la Biblia, Germán comienza a comunicar su experiencia a los
secuestradores: “siempre recogen las hojas y yo pienso que algo bueno están
recibiendo los secuestradores. Que su forma de ver la vida cambiará. Hoy,
todavía pienso lo mismo. Creo ciertamente que a esos custodios algo les llega y
que, viendo el ejemplo de dignidad que trato de mostrarles con mi actitud y
esos escritos, algo en ellos ha cambiado o está cambiando”. Tan es así que
luego de unos meses comienzan a tratarlo mal, quitándole algunos privilegios y
todas sus lecturas, esto es un signo de cambio de guardias por un proceso de sensibilización
en ellos – tal vez por los mensajes- y también para someterlo a más presión y
lograr pruebas de vida para negociar mejor con la familia.
Si bien fue educado como católico desde pequeño, nos
comentó que aún hoy en día no logra entender cómo resistió: “La esperanza y la
fe me sirvieron, pero no sé cómo la tenga, me la dieron, me la regalaron”. Y es
cierto, porque si bien la fe, la esperanza y el amor son un regalo de Dios,
tenemos que vivirla nosotros, cultivarla y darle sentido. “En diciembre me
vuelven a dar la Biblia y, además, me entregan una estampa de San Miguel
Arcángel. Este hecho, luego de más de tres meses de un duro trato, me convence
de que los secuestradores son hijos de Dios y no corresponde a nosotros
juzgarlos”
Para caminar
es necesario el perdón
Al momento de liberarlo los secuestradores le pasan
un mensaje escrito donde le dicen que nada de venganza y persecuciones, luego
Germán pide la biblia y les pide que lean el texto de Mateo 5,45 “Pero yo os
digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”. Luego de
leerlo uno de los secuestradores le pasa la mano por el hombro y lo abraza.
Germán dice que ha perdonado a los secuestradores,
que no les guarda rencor y no ha salido a buscarlos, pero también de manera muy
humana comenta que ojalá pueda decir lo mismo si algún día se los encuentra
cara a cara. Reconoce que esas personas no son una piltrafa, tienen corazón y
sentimientos aún dentro del mal que han ocasionado a él y a toda su familia.
Esta es la postura de alguien que quiere caminar
hacia adelante, de una persona que no está definida por el odio y el rencor,
sino por el amor. Es a partir del perdón que incluso se puede hacer una
verdadera justicia y no generar una espiral de violencia y un ojo por ojo que
nos deja ciegos. En el diálogo con Germán salió el tema de los presos políticos
y estudiantes que se encuentran privados de libertad en Venezuela y la pregunta
es ¿Con qué actitud van a salir? ¿Con cuáles adultos van a encontrarse para
poder re-comenzar sus vidas? Es un reto que tenemos todos como sociedad,
permitir que exista justicia pero partiendo del perdón y la misericordia como
ha dicho el San Juan Pablo II luego del ataque a las torres gemelas en 2001: “No hay paz sin justicia, no hay justicia
sin perdón”.
La esperanza
y el valor de construir
Al poco tiempo de su liberación un amigo le propuso
que comenzara una fundación para ayudar a familiares y personas víctimas del
secuestro, y luego de pensarlo un tiempo se negó por varias razones. En primer
lugar, reconoció que la verdadera posibilidad para evitar casos como los suyos
es educar a los niños y jóvenes del país, y eso ya lo hace Fe y Alegría
entonces para qué crear algo nuevo si se puede apoyar algo que ya existe.
Luego, afirma que “de qué vale tener 15 minutos de gloria y convertirme en un
cacique más, si aquí lo que cada uno tiene que hacer es asumir su trabajo y
responsabilidad de manera seria”.
Así que luego de 2 semanas de su liberación regresó
al trabajo en su oficina y aún está en Venezuela haciendo lo que le toca hacer
y dando testimonio de lo que ha vivido. “Ante esta avalancha que se nos viene encima, en la que pensamos que no
somos capaces de resistir, ni muchos menos superar, a los venezolanos nos llega
el falso consuelo que este problema nos ayudará a superarlo un familiar, un
amigo, un desconocido quizás, un país extranjero o una organización nacional” y
en muchos casos el líder político de turno. Pero lo que no se ha terminado de
comprender es que asumiendo la responsabilidad de cada uno y trabajando juntos
es que se pueden resolver los problemas y lograr el progreso de la familia, la
comunidad, la ciudad y también del país.
“En un mundo, una Venezuela, y en especial una
Caracas que sufre de violencia no despreciemos a nadie. Entendamos que nuestro
Señor nos protege del «mal», nos garantiza que está siempre en
nuestros corazones. Asumamos «el
destino que no se elige», no
tengamos miedo a la calle y a los sustos de la vida. Dediquemos nuestra vida a
amar y servir”.
Sin duda Germán es un hombre de fe que invita a que
el amor sea el modo de vivir cada relación, pero sobretodo en un país donde
muchas personas caminan cabizbajos, su experiencia es una demostración que la
esperanza de una persona -y entonces de todo un país- no se puede secuestrar.
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