EDITORIAL BUENAS NOTICIAS NOVIEMBRE 2015

«En Roma, apoteosis. ¿Y qué?» fueron las palabras que Cesare Pavese, uno de los grandes escritores italianos del Siglo XX, pronunció al recibir el Premio Strega en 1950. Como verán en esta edición del boletín, el mes de Noviembre ha sido intenso en actividades y también hemos recibido dos premios muy importantes: el de la Fundación Venezuela sin Límites y la Schwab Foundation como “Emprendedor Social del año 2015” y el reconocimiento de Ashoka como Fellow 2015 para Venezuela. Es por ello que la pregunta de Pavese resuena. Luego del reconocimiento, la emoción del momento, la gratitud y todo lo que vivimos, ¿qué sigue?

La misma pregunta se la podrían hacer todos los venezolanos, quienes, independientemente de su forma de pensar y preferencia política, expresaron la necesidad de un cambio. Un cambio que se tradujo en un 75% de participación en el proceso electoral del 6 de diciembre. Aquí, nos volvemos a preguntar ¿qué sigue?

El resultado de las elecciones puede representar un riesgo para la responsabilidad personal que cada uno ejerció, ya que al dejar que las tareas recaigan sobre los diputados electos, eximimos el compromiso que tenemos de buscar el bien común. Todos estamos llamados a dar signos claros del valor de la reconciliación y el perdón, como elementos claves para construir una Venezuela donde convivamos todos. Nos toca, más que nunca, trabajar con los que piensan igual o distinto por el bien de nuestro país.

En el caso de los reconocimientos recibidos, la responsabilidad que tenemos tiene nombre y apellido: Trabajo y Persona. Esto nos exige ser aún más fieles a nuestra misión de promover la cultura del trabajo y la dignidad de la persona en Venezuela, comenzando por cuidar cada detalle de nuestro trabajo y cada relación, hasta el impacto que podemos generar con nuestros aliados, egresados y participantes de nuestros programas.

También este año la Fundación Venezuela sin Límites le otorgó la mención honorífica a Fe y Alegría, y en el mismo acto, justo antes de que me llamaran a recibir el premio, tenía a mi lado al padre Piedra (Manuel Aristorena), quien fue el primero al que le di un abrazo. Ese detalle no fue menor y me hizo tomar en cuenta que no es poco que se reconozca el valor que tiene la persona como centro de lo social, lo político y lo económico; la fe católica como expresión de ese servir y acompañar siempre al más pobre; y el trabajo como posibilidad de crecimiento personal y desarrollo de un país.


Es por ello que la persona, como punto de partida, la fe y el trabajo nos pueden dar la alegría, que a pesar de las dificultades aún se mantiene como una vela encendida y es signo de esperanza, de un país que quiere crecer en paz y libertad para el bien de todos.

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