EDITORIAL BUENAS NOTICIAS SEPTIEMBRE 2016

Es imposible continuar con nuestro trabajo de manera automática sin estar conscientes del contexto complejo que nos rodea; los presupuestos de responsabilidad social corporativa son cada vez menores porque las empresas se encuentran sumergidas en una profunda crisis. Si sumamos la cantidad de jóvenes universitarios y profesionales que se están yendo del país pareciera que estamos en un callejón sin salida.

No es suficiente tener una actitud positiva, construir castillos de nuevas ideas o proyectos alternativos para enfrentar lo que ya está comprobado que no funciona, o apelar únicamente a la solidaridad (tarea difícil cuando muchos buscan salvarse a sí mismos). Dios no se acuesta a dormir la siesta mientras la violencia termina con la vida de miles de inocentes en todo el mundo o frente a la gran crisis que vivimos; la realidad es signo y hay un significado misterioso para todo, y nuestra tarea es descubrirlo: “Dios permite el mal para que el bien florezca”, decía San Juan Pablo II.

Estamos llamados a construir con acciones concretas una cultura del encuentro (que tanto ha impulsado y testimoniado el papa Francisco). Solo con el inicio de procesos de diálogo que apunten a generar oportunidades a los más vulnerables de la sociedad, es que podemos aspirar y construir juntos el bien común.

Frente a la iniciativa de uno de nuestros egresados que está realizando viajes a Brasil para conseguir alimentos y venderlos a un precio justo a su comunidad, el movimiento voluntario de mucha gente en una trasnacional para apoyar la remodelación de una escuela de música, o el recibir alimentos por parte de empresarios amigos para nuestro equipo de trabajo (quienes a veces no tienen para hacer las tres comidas diarias), constituyen grandes gestos que cambian la historia. El cambio de la humanidad pasa por el cambio de una persona.


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