EL VALOR DEL MAESTRO ARTESANO
¿Cuánto cuesta en este país conseguir un buen
electricista, plomero, albañil, costurera, cocinero, mecánico o carpintero? Si
además, pedimos que sea amable, responsable y cobre un precio justo,
seguramente estará ocupado y nos dará cita para dentro de un año. A los jóvenes
se les ha vendido la idea que solo vale quien va a la universidad o por otro
lado los antivalores del dinero fácil.
Existen muchos mitos e interpretaciones sobre
el deseo de trabajar de las personas, sobre el impulso original de querer
construir algo “nuevo” y mejor para sí mismo, para su familia y en definitiva,
para la sociedad. En la
Venezuela de hoy pareciera que es cuesta arriba educar para
el trabajo, para que la persona se tome en serio lo que le toca hacer y lo haga
bien. Otro tipo de salidas parecieran ser más fáciles aún sin medir el riesgo. El
origen de esta situación tiene múltiples motivos y hay material como para hacer
una tesis al respecto.
Sin embargo, quisiera que nos detuviéramos en
la experiencia que hemos tenido en algún momento de nuestra vida en que hicimos
las cosas bien. Esa satisfacción, ese orgullo que no tiene precio, porque
corresponde al deseo de realización que cada ser humano lleva en lo profundo de
su corazón, que da cuenta del valor que tiene el trabajo en la vida de cada uno.
Pero este recorrido no es automático, al igual que sucede con los aspectos más
básicos de la persona es necesario educarse. Para trabajar bien es necesario
educarse y como en todo proceso hacen falta maestros.
A diferencia de la educación formal donde cada
vez tienen más peso los contenidos y el conocimiento por sí mismo, para
aprender a trabajar y fascinarse por lo que se hace, la figura del maestro es
fundamental. Una persona se mueve para aprender un oficio cuando entiende que
eso es un bien para sí mismo y que le ofrece un beneficio desde todo punto de
vista (le gusta, puede mantenerse con el, puede transformar un pedacito de la
realidad, realizarse y ser útil a otras personas). Pero sobre todo, si ve que
eso es posible en alguien que lo testimonia y ese alguien está dispuesto a
transmitirlo.
La tradición europea del trabajo -a la cual
pertenecemos-, basa su economía en las PyMEs, que han surgido del concepto del maestro artesano: ese personaje que era
solicitado por todos para ser sus “aprendices” y así conocer el arte de un
oficio. Desde las artes hasta la medicina, pasando por todo tipo de oficios, ha
sido un método que permitió educar generaciones, transmitir conocimiento,
innovar y así mejorar el modo de hacer las cosas y responder a las necesidades
de las personas.
Meter las “manos en la masa” es uno de los
aspectos que más fascina sobre todo a los jóvenes que comienzan su formación.
Para ellos, ver que el trabajo de sus manos (las manos inteligentes del artesano) transforma la materia y la
realidad, crea algo tangible y útil para los demás, es motivo de orgullo.
Renace así una cultura del trabajo que es amiga del hombre, como modalidad
privilegiada de la realización propia. Más que leyes, lo que hace renacer la
percepción de la utilidad del trabajo es hacer experiencia de ello. Y para esto
hacen falta maestros que enseñen un
trabajo, maestros que enseñen a trabajar en todos los ambientes posibles.
La Maestra Chocolatier María Fernanda Di
Giacobbe junto a Osderly Fernandez, emprendedora del chocolate de Trabajo y
Persona
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