EDITORIAL BUENAS NOTICIAS JULIO 2017

“Podemos ver las cosas muy oscuras, y aun así, por alguna misteriosa razón, no perdemos la esperanza. Por otro lado, puede que todo salga precisamente como nos gustaría, y a pesar de ello, por alguna no menos misteriosa razón, la esperanza nos abandona de repente”. Estas palabras pronunciadas por Vaclav Havel en Hiroshima en 1995, pueden ayudarnos en este momento por el que atravesamos en Venezuela.

Y esto -sigue Havel- es porque “la esperanza es normalmente esperanza en algo o por algo”, y se entiende muy bien que es así. Por ejemplo, se pone la esperanza en tener un trabajo de un cierto tipo, estudiar una carrera, solucionar un problema, salir de una enfermedad, cubrir ciertas necesidades (que abundan en Venezuela), ¡que el país e incluso el mundo cambien! Todo esto es justo, pero en mi experiencia la esperanza es algo más profundo y sólido, y normalmente es confundida o reducida únicamente a un estado de ánimo.

Tenemos que tener esperanza en nosotros mismos, en que las cosas van a mejorar, porque tenemos algo en nuestro interior que a pesar de que todo pareciera ir en contra, seguimos adelante una y otra vez. Sería suficiente con mirar la historia de cada uno de nosotros y la historia de la humanidad para darnos cuenta que a las grandes guerras, crisis y desastres, siempre les han sucedido períodos de gran reconstrucción y esplendor. Esto no quita el dolor, el sufrimiento, la rabia y las dificultades, pero ayuda a mirarlas a la cara con ojos nuevos. Sin embargo, apostar solo a nuestras fuerzas y nuestro ánimo no es suficiente.

“Para esperar hace falta haber recibido una gran gracia” decía Charles Peguy, citado por Don Giussani, quien prosigue afirmando que “la gran gracia es la certeza en el presente”. Porque “la esperanza es certeza en el futuro, que parte de una certeza en el presente”. Y, ¿cuáles son nuestras certezas hoy en día, en cada día? Si nos miramos en un espejo y somos sinceros con nosotros mismos, estamos rodeados de noticias tan impactantes como volátiles y cambiantes. Entonces: ¿Cuál es nuestra certeza hoy? ¿Con quién podemos contar cuando tenemos un problema? ¿Qué es lo que puede cambiar para que estemos felices de verdad?

En estos momentos de tanta incertidumbre, sonaría paradójico afirmarlo, pero es el tiempo de las grandes certezas. Si me remito a los hechos y miro a fondo la realidad (las Buenas Noticias de estos meses y los hechos, más que las opiniones o las manipulaciones del poder), tengo la certeza que puedo respirar, trabajar, colaborar con otros, construir y amar, porque existe Alguien que se me dona a cada instante y pone las condiciones mínimas (y necesarias a la vez) para que tú y yo seamos protagonistas de nuestra historia, de la historia.

Alejandro Marius


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