EL VALOR DEL MAESTRO ARTESANO


¿Cuánto cuesta en este país conseguir un buen electricista, plomero, albañil, costurera, cocinero, mecánico o carpintero? Si además, pedimos que sea amable, responsable y cobre un precio justo, seguramente estará ocupado y nos dará cita para dentro de un año. A los jóvenes se les ha vendido la idea que solo vale quien va a la universidad o por otro lado los antivalores del dinero fácil.

Existen muchos mitos e interpretaciones sobre el deseo de trabajar de las personas, sobre el impulso original de querer construir algo “nuevo” y mejor para sí mismo, para su familia y en definitiva, para la sociedad. En la Venezuela de hoy pareciera que es cuesta arriba educar para el trabajo, para que la persona se tome en serio lo que le toca hacer y lo haga bien. Otro tipo de salidas parecieran ser más fáciles aún sin medir el riesgo. El origen de esta situación tiene múltiples motivos y hay material como para hacer una tesis al respecto. Sin embargo, quisiera que nos detuviéramos en la experiencia que hemos tenido en algún momento de nuestra vida en que hicimos las cosas bien. Esa satisfacción, ese orgullo que no tiene precio, porque corresponde al deseo de realización que cada ser humano lleva en lo profundo de su corazón, que da cuenta del valor que tiene el trabajo en la vida de cada uno.

Ahora bien, este recorrido no es automático, al igual que sucede con los aspectos más básicos de la persona es necesario educarse. Para trabajar bien es necesario educarse y como en todo proceso hacen falta maestros. A diferencia de la educación formal donde cada vez tienen más peso los contenidos y el conocimiento por sí mismo, para aprender a trabajar y fascinarse por lo que se hace, la figura del maestro es fundamental. Una persona se mueve para aprender un oficio cuando entiende que eso es un bien para sí mismo, que le ofrece un beneficio desde todo punto de vista: le gusta, puede mantenerse con el, puede transformar un pedacito de la realidad, realizarse y ser útil a otras personas. Pero sobre todo, si ve que eso es posible en alguien que lo testimonia y ese alguien está dispuesto a transmitirlo. La tradición europea del trabajo -a la cual pertenecemos- y en especial la italiana, basa su economía en las PyMEs, que han surgido del concepto del maestro artesano: ese personaje que era solicitado por todos para ser sus “aprendices” y así conocer el arte de un oficio. Desde las artes hasta la medicina, pasando por todo tipo de oficios, ha sido un método que permitió educar generaciones, transmitir conocimiento, innovar y así mejorar el modo de hacer las cosas y responder a las necesidades de las personas.

Corría el año 1852 cuando Juan Bosco comenzó con herreros, carpinteros, zapateros y sastres a responder a las exigencias educativas de los jóvenes de su tiempo. Una atención total sobre el trabajo, como testimonia el primer contrato con un aprendiz promovido por el mismo Don Bosco, con el objetivo de favorecer una formación integral de la persona a través de la síntesis de los valores humanos y cristianos (es decir, humanos), fortaleciendo sus derechos y deberes. Un siglo después, la misma idea era retomada por Don Giussani, otro gran apasionado de la educación de los jóvenes, entendiéndola como introducción a la realidad total. Un método que parte de una tradición viva con la cual confrontarse, expuesta a una continua revisión crítica; un camino que toma como protagonistas profesores y alumnos involucrados en la aventura del conocimiento, dentro de una amistad que transmite saberes y competencias en un modo eficaz.

No abundan en las calles, pero aún existen personas disponibles a dedicar sus vidas a enseñar a otros un oficio, un trabajo a través del cual la persona se conozca y desarrolle lo mejor de sí mismo. Hemos querido compartir la experiencia de dos maestros artesanos. Se desempeñan en áreas distintas pero  tienen en común la pasión por lo que hacen y el arte de hacerlo manualmente. Además han sido protagonistas de dos de los últimos proyectos de la Asociación Trabajo y Persona en las áreas de peluquería y chocolatería.
 
Joel Eliaz es maestro panadero, pastelero y chocolatero y dirige junto a Carlos, su socio, el Grupo Académico Panadero Pastelero (GAPP). Nos comparte abiertamente que “el valor del trabajo está en la satisfacción personal que le garantiza a las personas que lo realizan. Cuando yo, como trabajador, logro interiorizar que gracias a la labor que realizo, puedo obtener la calidad de vida que quiero, ayudar a otros y ayudarme a mi mismo, me reafirmo en la convicción del valor que tiene mi trabajo y me reafirmo en la creencia de que estoy haciendo la misión para la que estoy en la tierra.”

Frente a la alternativa entre producir o a enseñar el oficio, comenta: “Es que yo nunca he dejado de ejercerlo productivamente, de hecho, al hacer de esto mi medio de sustento, tengo que ejercerlo de una manera productiva. Adicionalmente, al ser eminentemente práctico no renuncio al oficio que me apasiona, pues al enseñar a otros, lo sigo practicando. Por convicción, hace falta que cada vez más y más personas puedan replicar la metodología de trabajo que aquí practicamos. Para mi enseñar es una obligación porque siento que tengo un don, un talento: hacerme entender relativamente fácil. Así, al poder transmitir a otros las cosas que conozco, dejar de hacerlo por el motivo que fuera, sería desaprovechar mi don, y no puedo hacer eso.”

Con el mismo ímpetu nos encontramos a Dinora Lovera, estilista de profesión con distintas certificaciones en Venezuela y en USA. En un determinado momento de su vida no solo se planteo emprender, sino que su emprendimiento (Dinoras Espacio) se asociara al campo educativo: poder enseñarles a otros la pasión por la belleza y cómo ayudar a las personas a verse mejor y cuidar su cabello. ¿Por qué trabaja Dinora? “El trabajo es la representación de la gracia de Dios. Amar lo que haces y hacer lo que amas es algo maravilloso y muy valioso. Lo especial es descubrir nuestras habilidades para desarrollarlas, saber que otros lo necesitan, saber que otros lo aprenden, saber que se identifican, saber que a otros ayudas, es saber que tienes un grado de compromiso y responsabilidad sobre otros y sobre ti mismo. Como estilista el trabajo de la belleza es fundamental para el bienestar y armonía del ser, su influencia es directa sobre la identidad de la persona y tranquilidad del espíritu, sentirse cómodo con uno mismo, poseer identidad en la imagen, es libertad del ser, y su influencia es total.”

Al preguntarle sobre su rol como maestro, desde cuándo se considera tal y quién ha sido el suyo, Dinora nos comenta: "…ejecutar un trabajo con pasión y amor ya te convierte en maestro. Somos maestros innatos cuando concebimos la idea de dios, cuando sabiamente la entendemos y por último la explicamos con inteligencia para ejecutarla, para transmitirla. Materializar una obra con esos principios nos da un don especial de expresarlo  y convertirnos en guías para otros e inculcar el beneficio del oficio con profunda vocación y compromiso. La escuela donde me forme es el instituto “La belle beauty academy", en Miami, Florida con la técnica pivot- point. Uno de los maestros que me guío y acompaño en mi formación es Alexis Irausquin, con su eslogan "el estilista de las estrellas". Trabaje a su lado por 4 años y la experiencia fue bien exigente por el target de personalidades del medio artístico. El maestro Alexis me enseño la humildad y la paciencia necesaria que se debe poseer al trabajar con público tan exigente”. 
 
Retomando con Joel le preguntamos sobre su rol de maestro y responde de inmediato con un sobresalto: “No me veo como un maestro ¡nunca lo he hecho! Tal vez algún día llegue a serlo, pero humildemente, creo que me falta mucho para poder usar ese título. Siento que solo soy una persona que cuenta con la fortuna y la bendición de poder compartir lo poco que sabe con otros que están comenzando a recorrer un camino que yo ya he recorrido un poco. Debo empezar por reconocer que he tenido muchísimas personas cerca que me han enseñado, de todo, con su presencia en mi vida. En lo personal, definitivamente de nadie he aprendido tanto como de mi madre y de mi hija. No hay palabras que me permitan explicar suficientemente bien, todo lo que me han enseñado, sencillamente siendo quiénes son y como son. Puedo decir, sin temor a equivocarme que no habido nadie más en mi vida que me haya dado tanto, sin esperar absolutamente nada a cambio. En lo profesional, quien hoy en día es mi socio: Carlos Arias. Fue mi profesor en este oficio que hoy me permite vivir dignamente con el fruto de mi trabajo. Carlos es un hombre humilde hecho a pulso y con sacrificio, buen padre de familia, modelador a través del trabajo comprometido, con un gran sentido de la honestidad y de la justicia. Es además un ejemplo vivo  de la capacidad de reinventarse que tiene el venezolano, pues me consta que sabe adaptarse a las circunstancias más particulares siempre con una sonrisa en la cara. Cada día aprendo muchísimo de mis alumnos y de mis compañeros profesores, pues cada uno a su manera y con su visión me permite crecer profesionalmente más y más”
 
Tanto Dinora como Joel, han participado en los proyectos que lleva adelante la Asociación Trabajo y Persona en Caracas, formando en emprendimiento y oficios a personas de escasos recursos. Trabajando con personas como Dinora o Joel queda claro que no basta con leer un manual de cómo convertirse en experto en un oficio en 30 días, viendo clases en TV o videos en Internet. Es compartiendo una experiencia con verdaderos maestros como la persona crece en todo sentido. Porque como dice Joel, quien se dispone a aprender un oficio “…tiene el valor de poder hacer de su vida aquello que siempre haya querido hacer. El conocimiento y su aplicación práctica a través del trabajo, son las llaves que pueden abrirle las puertas del destino que siempre hayan podido soñar. El ejercer un oficio tiene el valor de permitirles alcanzar la auto-realización a través de su propio trabajo.” Dinora, no se queda atrás: “…el oficio en la historia siempre tendrá un sentido significativo unido a la voluntad de Dios, desde los monjes hasta nuestros días. Servir y sentirse servido es una convicción sagrada".

Meter las “manos en la masa” es uno de los aspectos que más fascina sobre todo a los jóvenes que comienzan su formación. Para ellos, ver que el trabajo de sus manos (las manos inteligentes del artesano) transforma la materia y la realidad, crea algo tangible y útil para los demás, es motivo de orgullo. Renace así una cultura del trabajo que es amiga del hombre, como modalidad privilegiada de la realización propia. Más que leyes, lo que hace renacer la percepción de la utilidad del trabajo es hacer experiencia de ello. Y para esto hacen falta maestros que enseñen un trabajo, maestros que enseñen a trabajar.

Comentarios

Entradas populares