UN DATO COMO PUNTO DE PARTIDA

Un hombre del siglo XXI, incluso si tiene la suerte de tener una vida medianamente organizada y un trabajo estable, si es sincero consigo mismo se da cuenta que el hombre no crea las cosas. Esta conciencia puede ser un poco más clara cuando se distancia de la ciudad, dedicándose a actividades más dependientes del medio ambiente como las agropecuarias, o en realidades de borde donde la crisis social y económica nos deja desarmados. Sea por los fenómenos naturales o las condiciones sociales, políticas y económicas tanto mundiales como nacionales, si somos sencillos nos damos cuenta de la constante invitación a no quedarnos en la apariencia e ir al fondo.


En estos términos el ser humano encuentra todo dado, como un dato: la tierra, el cielo, el aire que respira y las aguas se presentan a él como don gratuito capaz de responder a su necesidad. Pero sin el trabajo, el dato todavía no es “recurso”. El dato: la tierra, el agua no son todavía, propiamente, un recurso para el hombre hasta que el hombre no las trabaje, no las transforme, no le confiera una “forma” apta para satisfacer sus necesidades. Y esto ha sido así durante toda la historia de la humanidad. El progreso ha sido gracias al trabajo del hombre.

Sin embargo, normalmente se observa que el trabajo es reducido a aspectos parciales que por sí solos no explican su verdadero significado. Definiciones basadas en el trabajo como derecho, deber, factor de producción o prestación inevitable para poder alimentarse, son parciales. Si bien todas ciertas, ninguna de las categorías anteriores puede explicar por sí mismas o en su conjunto el valor del trabajo.

Existen muchas experiencias donde guste o no la actividad que se desarrolla, el trabajo tiene una dimensión más allá. Si se piensa en las amas de casa (el trabajo más importante y no remunerado del mundo), o la atención a los hijos cuando están pequeños (labores y sacrificios que no se harían tal vez en otro contexto) o todo el trabajo de un emprendedor sea social o en una empresa (que se podría ahorrar muchos problemas manejando dinero y haciendo inversiones con poco esfuerzo).

Como afirma Don Luigi Giussani, «sólo cuando se llega a la palabra “necesidad” resulta posible plantear el problema de manera adecuada. La palabra necesidad hace referencia a un fenómeno constitutivo de toda persona viva, del ser humano mismo. Sólo siguiendo este impulso profundo la persona se realiza por entero. Si se compara la necesidad de trabajo con otras necesidades: la amistad, la diversión, el descanso, la contemplación de la belleza, el arte o la naturaleza. Todas ellas son aparentemente, aspectos particulares del deseo humano, pero su característica común es que tienden a la realización de la persona en su totalidad.»

La palabra necesidad implica e indica, pues, el motor íntimo del que forman parte constitutiva ese conjunto de exigencias, de deseos y de evidencias cargadas de perspectivas que empujan al hombre a su realización como persona. Este es precisamente el concepto de necesidad: aquello que da a entender la naturaleza de los deseos que mueven al hombre y que nacen de su corazón. Esta es justamente la naturaleza del trabajo; esto es tan cierto que cuando a la persona no se le trata como es, el trabajo empieza a volverse mucho más pesado, y llega a hacerse insoportable.

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