EDITORIAL BUENAS NOTICIAS FEBRERO 2016

Nadie puede negar la difícil realidad que vivimos en Venezuela; lo complejo que resulta trabajar; buscar medicinas, si algún familiar está enfermo; un repuesto, si se te daña el carro; hasta poder encontrar lo más básico para comer. Si a eso le sumamos los horarios restringidos por racionamiento de luz y agua, estamos frente a un ambiente que no ayuda a la productividad sino a una sobrevivencia. Es un gran dilema porque estamos frente al reto de producir en el país lo que ya no se logra importar. Me hacen con frecuencia preguntas como: ¿Por qué vale la pena trabajar?, ¿cómo no darse por vencido frente a tanta dificultad?, ¿cómo ser feliz si no trabajamos en lo que nos gusta?
Es normal que viendo la imposibilidad de concretar sus sueños, mucha gente pierda las fuerzas y vea todo lo que pasa como una amenaza. Yo no soy nadie para ofrecer fórmulas mágicas ni recetas para evitar la frustración, por lo que solo puedo hablar desde mi experiencia y puedo asegurar que lo que me ha tocado vivir está lleno de signos del amor de Dios: desde la enfermedad que me dejó cuadripléjico en la cúspide de mi carrera, vivir con dos hijas pequeñas y mi esposa embarazada en medio de un paro petrolero, hasta negar la posibilidad de irme del país y seguir mi carrera para descubrir que puedo ser feliz trabajando en algo para lo que cinco años de universidad y tres de post-grado aparentemente no tienen nada que ver. 
Nada más pensar que yo no hago el aire que respiro ni me esfuerzo porque mis pulmones funcionen, me da la gran evidencia que yo no me hago a mí mismo. La vida es un don y toda la realidad nos llama a algo grande, a un destino bueno. Es muy probable que no sea como lo pensamos o soñamos, pero la gran aventura de nuestra vida es trabajar con todas nuestras fuerzas para dar lo mejor de nosotros en cada cosa que hacemos, y dejar un espacio para descubrir el plan que tiene Dios para cada uno, porque nuestro nombre ya está escrito en el cielo. 

Comentarios

Entradas populares