EDITORIAL BUENAS NOTICIAS FEBRERO 2017


En el mes de febrero se cumplieron 8 años de la iniciación de esta aventura que llamamos Trabajo y Persona, y un error lamentable que pudiera pasarle a cualquier organización es pretender que ya sabe todo (que tiene todas las respuestas) y de cierta forma traicionar el impulso inicial, porque todo partió de preguntas: ¿A qué me llama Dios a construir en esta vida?, ¿qué valor tiene el trabajo y cómo se conecta con el valor de la persona?, ¿es posible educar a la gente en una pasión y amor al trabajo en una realidad como la venezolana?
No solo esas preguntas siguen vigentes sino que con el pasar del tiempo, y con él tantas experiencias, proyectos, aliados y beneficiarios de nuestros programas, cada vez adquieren una mayor importancia.

Recientemente, volví a descubrir algo que al inicio era más evidente (antes de ganar premios, salir en los medios, dar conferencias y ayudar a tantas personas) y es que el primer necesitado soy yo mismo. Estar frente a un joven o mujer que no tiene trabajo y vive en una situación más difícil que la mía es una ayuda para tomar conciencia de nuestra propia necesidad existencial. En ese sentido, es como si necesitásemos de la necesidad del otro para ser conscientes de nuestra propia naturaleza, de nuestro ser, y desde allí comenzar procesos creativos para también intentar dar respuestas a las necesidades de ambos. Por eso en las crisis se pueden ver oportunidades.

Frente a la mentalidad del mundo que afirma que solo con soñar y usar nuestras fuerzas basta para cambiar la realidad, surge como algo contracorriente el sentirse dependiente y hacerse tantas preguntas sobre lo cual no se pueden hacer muchas teorías, simplemente basta mirarse al espejo o despertar en la mañana y darse cuenta que el aire que respiramos no está hecho por nosotros.


Luego de este tiempo solo puedo decir que Dios usa nuestra pequeñez para hacer grandes cosas y mostrar que este método funciona;  y esa no es una pregunta, es una certeza.

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